Autor institucional : | Open University |
Autor/Autores: | Iram Siraj-Blatchford, Martin Woodhead (Edit.) |
Fecha de publicación: | 19 diciembre 2009 |
Alcance geográfico: | Mundial |
Publicado en: | Regional |
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Resumen: | El interés político por el potencial de la atención y educación de la primera infancia (AEPI*) para nivelar las oportunidades de vida para los niños que provienen de entornos pobres adquirió particular relieve en los años 1960, señaladamente con la declaración de la “guerra contra la pobreza” en los Estados Unidos (Zigler y Styfco, 2004), seguida por la creación de los Servicios Integrados para el Desarrollo del Niño (Integrated Child Development Services: ICDS) en la India en 1974 (Swaminathan, 1998). A comienzos del nuevo milenio, un empeño mundial cada vez mayor se reflejó, en el plano político, en la incorporación de la AEPI como objetivo número 1 de la política de la EPT, o sea Educación para Todos (UNESCO, 2000), así como en la rápida propagación por todo el mundo de programas centrados en los cuidados y el desarrollo tempranos así como en la educación. Actualmente, un elevado número de niños participa en algún tipo de programa de “preescolar”, convirtiendo así la AEPI en una meta altamente significativa a la hora de desarrollar políticas y prácticas, especialmente en cuanto a mejorar la preparación para la escuela (y para las transiciones) de los grupos más desfavorecidos. Uno de los mayores retos, a nivel mundial, consiste en ofrecer respuestas políticas adecuadas al rápido crecimiento de la demanda de AEPI para todos los niños, dando al mismo tiempo prioridad a la promoción de programas de calidad para los niños que se encuentran en situación de desventaja (UNESCO, 2006).
Si bien el potencial de la AEPI para cambiar la vida de los jóvenes es indiscutible, su realización mediante políticas y programas dista mucho de ser sencilla (sección III). Una cosa es montar programas modelo calibrados cuidadosamente para pocos centenares de niños; un asunto completamente distinto es aumentar la escala para cubrir millones de niños pequeños. Incluso asegurar un mínimo de equidad en el acceso a programas de calidad para los niños más desvalidos se vuelve un duro desafío, principalmente cuando los programas no cuentan con financiación suficiente, ni con una regulación adecuada, ni con una plena integración dentro de una política completa para la atención y educación del niño en una perspectiva holística. Numerosos países asisten a un incremento masivo de los servicios suministrados por el sector privado, que a menud no atienden a los niños indigentes. Y en algunos de los países más pobres, donde los objetivos básicos de la EPT para la enseñanza primaria todavía son inalcanzables, la AEPI sigue teniendo prioridad baja (UNESCO, 2008). En este número se hace hincapié sobre los argumentos a favor de la inversión en programas para la primera infancia,presenta evidencias sobre su eficacia, así como los retos de llevarlos a escala. |