| Resumen: |
El Informe evidencia la existencia de notables
brechas territoriales y su impacto sobre las
desiguales posibilidades de desarrollo de los
territorios. Se estructura en dos secciones
principales. La primera da cuenta de la
inequidad territorial. Las cifras promedio de los indicadores socioeconómicos de cada
país, en muchas ocasiones esconden varianzas
significativas entre los territorios del mismo, ya
sea entre territorios urbanos y rurales o entre
distintas unidades político-administrativas. Es
así como algunos indicadores sociales en un
país determinado pueden hacer parecer que
no existen problemas en el ámbito que miden,
dado su valor promedio, pero ocultar que
dicho promedio se compone de resultados
de territorios en los cuales efectivamente
el indicador es satisfactorio y resultados
de otros territorios donde es claramente
insatisfactorio.
El análisis que se realiza en la primera parte del
Informe identifica territorios particularmente
rezagados (o adelantados) y que presentan
brechas negativas (o positivas) significativas
respecto del desarrollo de su propio país,
entendiendo que en la región hay países
con estados de desarrollo más avanzados
que otros (Capítulo 1). Encontramos casos,
por ejemplo, de países de nivel de desarrollo
promedio relativamente bajo en los cuales
no hay territorios particularmente rezagados
ni adelantados, así como casos de países de
nivel de desarrollo promedio relativamente
alto en los que solo unos pocos territorios
tienen resultados satisfactorios, mientras que
el resto se encuentra rezagado.
La segunda parte del Informe analiza las
implicancias de estas desigualdades en
las políticas públicas y su relación con las
capacidades institucionales. Se postula que
las políticas sectoriales no son neutras ante
la desigualdad territorial, pues una misma
política puede contribuir al desarrollo de un
territorio, no tener mucho impacto en otros y
afectar negativamente a un tercero.
Se presentan los casos de dos políticas -la
política de educación escolar en Chile y los
programas de desarrollo rural en México-; y un
programa -el Bono de Desarrollo Humano en
Ecuador- (Capítulo 2). Estas iniciativas tienen
propósitos distintos, unos más acotados que
otros; unas tienen una larga trayectoria y otra
es una iniciativa reciente, pero más allá de
sus diferencias coinciden en un aspecto: son
políticas diseñadas con propósitos sectoriales
que pueden tener resultados agregados
positivos, pero cuando éstos se analizan de
manera desagregada espacialmente se revelan importantes desigualdades en sus resultados
e impactos. Las razones que explican las
brechas territoriales que no logran eliminar (y
que muchas veces agudizan) estas iniciativas
son distintas y en muchos casos, anteriores al
diseño y la implementación de las políticas.
Tienen que ver, precisamente, con el tipo
de diferencias territoriales que, a la larga, las
políticas contribuyen a perpetuar, por no ser
consideradas al momento del diseño de las
intervenciones.
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