| Resumen: |
El agua es una necesidad básica para el desarrollo humano, ya que es esencial para la
salud y la supervivencia de los ecosistemas de los que dependen los seres humanos.
También es fuente de desarrollo económico, pues resulta imprescindible para una
amplia gama de sectores, entre ellos la industria, la agricultura y el turismo.
En 2000, con la formulación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), la
comunidad internacional se comprometió a reducir a la mitad el número de personas
sin acceso a agua limpia y a servicios de saneamiento básicos antes de 2015.
Muchos países en desarrollo se enfrentan a una grave escasez de recursos hídricos
y de servicios relacionados con el agua. Con frecuencia, la causa no es la falta del
vital elemento per se, sino la falta de inversiones nuevas y sostenidas, tanto en los
aspectos no materiales -como los temas de gobernanza y gestión - o en los aspectos
relativos al desarrollo de las infraestructuras físicas.
En los países en desarrollo existe una deficiente inversión crónica en infraestructuras
hidráulicas y en el desarrollo de las correspondientes capacidades humanas e
institucionales. Las necesidades de nuevas inversiones en instalaciones de saneamiento
son superiores a las relativas al agua potable debido al mayor número de personas
que no tienen acceso a redes adecuadas, así como al mayor costo estimado por
habitante de las mismas, sean éstas canalizadas o no.
Por todas estas razones, la gestión del agua aparece desde hace varios años en
el foco de numerosos debates en distintos organismos internacionales. La fuerte
interrelación entre reducción de la pobreza y desarrollo sostenible, en este caso
vinculado a la gestión de los recursos hídricos, ha atraído un fuerte interés político
hacia los temas relacionados con el agua.
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